Quienes tienen mayor posibilidad
de verse afectadas y que peor siguen las pautas de dosificación prescritas son:
- los
ancianos que, por su edad y problemas de salud, suelen tomar “muchas pastillas”
siendo necesario que otra persona se encargue de administrarlas adecuadamente
- los
enfermos tratados con varios fármacos distintos, con horarios y prescripciones
diferentes
- los
que siguen tratamientos largos, a dosis altas y con muchos efectos secundarios
(por ejemplo en el tratamiento del SIDA)
- los
bebés porque su organismo reacciona con mayor virulencia
- las
personas alérgicas o intolerantes a alguna sustancia (por ejemplo a la lactosa,
coadyuvante en muchas formulaciones)
- los
que padecen estados carenciales de nutrientes imprescindibles (como vitaminas o
minerales en la anorexia)
Uno de los problemas se centra en
el horario, pues, cuando hay que tomarlo cada 8 horas, los enfermos se lían y
no son capaces de adaptarlo a su vida normal. Es fundamental recordar que el
intervalo horario lo puede decidir él mismo, lo que importa es que pasen 8
horas entre las tomas y no si lo hace de madrugada o al amanecer.
Otra situación complicada se da
cuando el tratamiento es largo: “¡tengo que tomar antibióticos 8 días!”. No se
puede acortar en ningún caso y el paciente suele hacerlo porque piensa: “ya
estoy bien y hay que evitar medicarse innecesariamente”. Es un grave error,
pues no finalizar un tratamiento antibiótico provoca la aparición de
resistencias e inutiliza a ese fármaco para futuras aplicaciones.
©Carmen Reija López
Farmacéutica Colegiada
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