OJO CON TUS GAFAS DE SOL




A pesar de los intentos que desde los colegios profesionales se realizan cada año relativos a la protección ocular, olvidamos sus recomendaciones pensando que cualquier gafa de sol es buena para nuestros ojos y que lo importante es “estar a la moda”. Por supuesto, nos equivocamos. Los estudios demuestran que la exposición a una alta radiación solar (aunque sea breve) o a una baja (durante mucho tiempo) causa alteraciones en los tejidos y afecciones oculares que llegan a ser graves en todas las estructuras del ojo, entre las que podemos destacar que:
- A nivel del cristalino, se generarían cataratas y presbicia precoz.
- En la retina, lesiones que causan degeneración macular asociada a la edad, retinopatía visual, etc.
- En la córnea se puede producir una quemadura del epitelio muy dolorosa, que suele curar sin dejar secuelas.
- A nivel conjuntival, las quemaduras superficiales o ciertas enfermedades como el pterigium se relacionan con el exceso de radiación.
Podemos prevenir el daño ocular siguiendo las pautas de los especialistas (ópticos-optometristas, fundamentalmente) que conocen tanto la fisiología del ojo como las peculiaridades de los cristales y monturas adecuados para cada ojo y/o problema visual. No debes pensar únicamente en la estética, sino también en tus necesidades concretas.
Una directiva europea que los fabricantes deben respetar regula completamente las características que debe cumplir una gafa de sol sanitariamente adecuada. Te recomendamos que acudas a un centro especializado, mires la etiqueta antes de elegirla y optes por la que incluya:
- el cumplimiento con la normativa europea (CE).
- el nombre del fabricante.
- el índice del filtro solar. La normativa señala que oscila de 0 a 4 en función de la intensidad de absorción de luz, siendo independiente del color de la lente. El más indicado en la playa es el 3; para una luminosidad media llegaría con el 1; y, en función de sus propiedades, serán válidas o no para conducir de noche.
- el factor de protección ultravioleta.
Antes de decidirte piensa en sus propiedades ópticas, en que se adapte a la forma de tu cara y a la actividad que desarrollas, etc. y no únicamente en lo que te gusta, te queda mejor o está de moda. Tampoco creas que sólo la tienes que usar en verano; es imprescindible que te acostumbres a ella y te sientas cómodo para poder ponértela siempre que “la necesites”.
Decidir el color del cristal resulta muy importante. Debemos centrarnos en nuestras necesidades vitales, pues sus propiedades ópticas lo hacen más o menos adecuado a cada situación:
- el verde para realizar deportes náuticos o de invierno como el esquí.
- el marrón para los deportes al aire libre y para quienes padecen cataratas o se han sometido a cirugía ocular (por ejemplo, de miopía).
- el amarillo para deportes como el tenis, situaciones en las que varía la luz durante la conducción y para personas con problemas a nivel de la retina.
- el gris para la conducción en condiciones normales de luminosidad, en ambientes con iluminación irregular y para quienes padecen fotofobia.
- el negro tiene poco contraste y reduce la seguridad en la conducción.
Las propiedades ópticas de la lente pueden ser mejoradas haciéndolas: polarizadas para evitar deslumbramientos, pues se eliminan los reflejos horizontales; espejadas para evitar la fotofobia o fotocromáticas para modificar la claridad en función de la intensidad luminosa. Plantéalo al especialista porque seguro que hay alguna opción interesante para ti.
Te recomendamos acudir a tu óptica donde el óptico-optometrista te ayudará a elegirla adecuadamente. A nivel de salud visual debes evitar comprarla en tiendas no especializadas, cadenas comerciales o por Internet, pues el uso de lentes de baja calidad provoca mareos, dolor de cabeza, daños oculares, dilatación de la pupila, diplopia, etc. Ante cualquier problema consulta a un especialista y cambia de gafas….Tus ojos te lo agradecerán. Y no las uses sólo en verano,