LA GRIPE


No es lo mismo un resfriado que una gripe o una neumonía. Precisan diferente tratamiento y la actitud ante ellas es distinta. La gripe está causada por un virus reconocible, por lo que se puede preparar la vacuna adecuada y evitarla. Puede acabar en una enfermedad más grave (infecciones bacterianas, neumonía, empeoramiento de enfermedades cardíacas, asma, etc.). Se caracteriza por: fiebre alta, fuerte dolor de cabeza, tos persistente con flemas, dolor muscular, fatiga, agotamiento general, reducción del apetito, etc. Debe ser diferenciada en los niños porque la gripe necesita un tratamiento efectivo y atención inmediata.
El tratamiento es sintomático: antipiréticos para la fiebre; descongestivos y antihistamínicos para los mocos; antitusígenos para la tos; mucolíticos para fluidificar la mucosidad; colutorios, para el dolor de garganta; analgésicos, para las molestias musculares y preparados específicos donde se combinan varios de los anteriores grupos de fármacos. La mayoría no necesitan receta, pero debemos consultar al farmacéutico cuál es el más adecuado. En principio no debemos tomar antibióticos salvo expresa indicación médica porque no son eficaces contra los virus y su consumo puede empeorar el cuadro que estamos padeciendo.
El contagio es fácil, pues el virus pasa del enfermo que tose o estornuda al sano que está en ese ambiente; penetra por la nariz, los ojos o la boca y llega a las mucosas. También se transmite al tocar objetos contaminados con las manos y llevárselos a la nariz, ojos, boca. Influyen los cambios bruscos de temperatura y la permanencia en espacios cerrados y poco ventilados. Además, está contraindicado tocar objetos o personas con las manos sucias sin lavar y que han estado en contacto con enfermos.
A nivel de prevención se recomienda la vacuna. Los neumólogos lo indican, especialmente, a: mayores de 60 años, adultos con ciertas patologías, profesionales sanitarios, personal de emergencias y embarazadas. Plantéatelo el próximo año.
Para mejorar esta incómoda situación y evitar el contagio, se recomienda:
- Taparse la boca al toser y estornudar.
- Usar pañuelos desechables y no reutilizarlos.
- No fumar.
- Lavarse las manos frecuentemente.
- Consumir frutas y verduras.
- Beber mucho: agua, zumos, infusiones. Reducir el consumo de leche porque favorece la formación de moco.
- Evitar el estrés, porque debilita el sistema inmunitario.
- Descansar; se recomienda reposo en casa de 5 a 7 días.
- No automedicarse. El especialista indicará el tratamiento a seguir que puede incluir antivirales para adultos y niños mayores.
Estos virus causan la mayor cifra de absentismo laboral y escolar. No debemos apurar la recuperación para evitar recaídas de mayor gravedad. Piensa que dura un mínimo de una semana y, si te recuperas adecuadamente, quedarás “inmunizado” hasta el próximo invierno. Acude a tu médico de familia y sigue las pautas que él te indique. Puede ocurrir que en un primer momento no te recete un antibiótico y al cabo de unos días, en función de tu evolución, sí lo haga. No ha cometido un error; confía en su criterio.