Estamos sufriendo una pandemia (Covid 19)
producida por un virus hasta ahora desconocido, del que no sabemos aún
con certeza que daño produce a nuestro organismo.
De una gripe sin importancia que se
creía al principio, se va viendo a medida que pasa el tiempo, que no es tan
benigno como parecía. Neumonías bilaterales graves ( ahora sabemos que alguna
de esas neumonías parecen ser producidas por una reacción exagerada de las
defensas del organismo), síntomas vasculares, dermatológicos, neurológicos,
gastrointestinales…
Los niños, que en un principio
parecían inmunes al virus, se ve que también pueden sufrir sus efectos. Sigue siendo cierto, sin embargo, que los
niños se ven afectados en menor proporción que los adultos.
Toda esta incertidumbre acerca de la
naturaleza del virus, así como de sus efectos perjudiciales se ve alimentada
diariamente con un exceso de información, a veces poco contrastada, a veces
contradictoria, que nos satura y desorienta y que, por lo tanto, ayuda poco.
Al no saber a ciencia cierta el daño
que produce el virus, lógicamente no existe un tratamiento estandarizado que se
pueda aplicar de forma protocolizada; se van dando pasos a medida que los
hospitales van recibiendo enfermos atajando las patologías que presentan cuando
llegan. Y los Centros de investigación trabajan para obtener medicamentos
antivirales eficaces y sobre todo una vacuna eficaz y segura, que será en definitiva
lo que acabe con el virus.
Mientras tanto, lo único razonable
es tratar de contener la epidemia y ralentizar su propagación, a fin de no
colapsar los servicios sanitarios disponibles. A tal fin se decretó el estado
de alarma y el confinamiento en domicilio.
Pero este confinamiento no puede ser
indefinido porque entonces no se colapsarán los servicios sanitarios, pero se
colapsará toda la economía del país. Por ello es necesario el retorno
progresivo a la “normalidad “.
La normalidad va a ser relativa; el
virus sigue ahí y tendremos que aprender a convivir con él. Durante una
temporada más o menos prolongada tendremos que cambiar nuestras costumbres
sociales; la efusividad en los saludos al encontrarnos con una persona amiga,
el quedar en una cafetería con alguien, el salir a cenar con unos amigos, etc.
va a tener que ser diferente a como lo veníamos haciendo. El aislamiento
social va a ser la norma en una buena temporada.
El uso de la mascarilla al salir a
la calle debería de ser la norma.
No hace falta la FFP2 (de usar una FFP2, que sea sin válvula. Las de válvula
protegen a quien la lleva puesta, pero no evita el contagio a los demás). Las
quirúrgicas evitan que, si estamos infectados, contagiemos a los demás. Si todo
el mundo las usa, la protección es mutua.
Los guantes sirven para no
contaminar las manos si tocamos una superficie contaminada. Son útiles para ir a la compra, y,
en general, si tenemos que tocar objetos que puede haber tocado cualquiera.
Sólo son útiles si nos los ponemos al entrar y los quitamos al salir. Andar por
la calle con ellos todo el tiempo, si luego tocamos con ellos al niño que se
desmanda o a cualquier persona, ya la hemos contaminado.
El confinamiento ha sido útil, pero
tenemos que retomar la actividad cotidiana. Pero tenemos que hacerlo con
ciertas limitaciones que básicamente son:
Esperemos que pronto haya una vacuna
que nos permita conseguir la normalidad de verdad.
Un colaborador bien informado
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