ALERGIAS A FÁRMACOS


La alergia a medicamentos se ha convertido en un motivo de consulta cada vez más frecuente según los datos proporcionados por la Sociedad Española de Alergología. Se calcula que entre un 15 y un 25% de la población puede sufrir alguna reacción a la medicación que utiliza de manera habitual. Se produce especialmente con: los analgésicos, los antiinflamatorios, ciertos antibióticos (betalactámicos, penicilinas y derivados, etc.), las vitaminas del grupo B o los antiepilépticos, aunque no son los únicos que la pueden causar. Mantente alerta y acude al médico en cuanto percibas cualquier síntoma anómalo.
Normalmente, no suele producirse la reacción alérgica en la primera dosis administrada, sino que al seguir tomándolo según la pauta proporcionada por el médico, se puede ir aumentando la sensibilización hasta que llega un momento en que la siguiente toma provoca la reacción. En este momento, ya no se debe volver a consumir.
Los síntomas más frecuentes —que pueden presentarse tras unos minutos o al cabo de horas— son:
-Urticaria, enrojecimiento, prurito, etc. a nivel de la piel.
-Estornudos, congestión nasal, etc.
-Dolor generalizado, siendo frecuente el de cabeza y articulaciones.
-Fiebre.
-Vómitos y diarreas a nivel digestivo.
-Anafilaxia. Es una reacción grave que suele iniciarse unos treinta minutos después de la ingesta del fármaco y se presenta con un cuadro amplio de síntomas (picor, urticaria, hipotensión, mareo, pérdida de consciencia, etc.) que deben ser tratados de inmediato.
Los expertos insisten en la necesidad de evitar la automedicación y seguir los tratamientos pautados por el médico. La indicación es eliminar inmediatamente el fármaco causante los síntomas y consultar a tu médico de manera inmediata para que estime la importancia de la reacción y modifique el tratamiento en el sentido oportuno.
Si sufres cualquier tipo de reacción alérgica, debes acudir a urgencias y al alergólogo para que realice los análisis adecuados en orden a localizar exactamente la sustancia que la ha provocado. Suelen realizarse pruebas cutáneas, pero pueden dar falsos negativos o falsos positivos. También se utiliza la técnica TAB de activación de basófilos (en la que se identifica la inmunoglobulina E, responsable de las reacciones alérgicas) a la vez que las cutáneas. Otra opción es realizar pruebas de tolerancia ingresando al paciente en el hospital y observando cómo va reaccionando a las diferentes sustancias.
La dificultad adicional en este campo se centra en la inexistencia de un tratamiento específico para situaciones de reacciones alérgicas. Lo habitual es excluir el fármaco causante (y sus relacionados) eligiendo alternativas más seguras para quien ha sufrido una reacción de hipersensibilidad. Estas medidas sólo pueden ser tomadas por el médico que ha pautado el tratamiento y conoce el historial clínico del paciente y sus características específicas.
Además, se han implementado tratamientos de desensibilización utilizando dosis iniciales muy bajas e incrementándolas de manera paulatina hasta alcanzar la terapéutica. En función de la reacción observada y sus efectos sistémicos, podría realizarse en un medio hospitalario que favorezca el cuidado del paciente y evite situaciones comprometidas. Se utilizan, normalmente, en tratamientos oncológicos, antituberculosos, VIH, problemas cardíacos, patologías vasculares, diabéticos, etc.
La prevención es fundamental y se lleva a cabo evitando la combinación de fármacos que puedan causar la reacción alérgica. Normalmente se prescriben los medicamentos más habituales o que ya han sido utilizados por el paciente en ocasiones anteriores intentando evitar reacciones cruzadas. Es fundamental informar al médico de todo lo que se está tomando, aunque sean compuestos “naturales” que puedan parecer inocuos pero que pueden producir interacciones con los tratamientos tradicionales.
Quizás ahora nos resulte más fácil comprender el por qué de esa pregunta que se ha convertido en algo habitual en las consultas médicas: “¿Tiene alergia a algún fármaco?”. Es muy importante porque permitirá al médico recetar el tratamiento más adecuado y con menores efectos secundarios.
 

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